Inteligencia artificial y nuevas formas de criminalidad. Desafíos éticos y jurídicos de era digital

La Inteligencia Artificial (IA) trasciende su definición como mera disciplina tecnológica, convirtiéndose en un punto de convergencia única entre la computación, las ciencias cognitivas, la matemática y la filosofía. Esta naturaleza transdisciplinaria es la clave de su poder: simular la mente humana para abordar tareas complejas como el razonamiento y la toma de decisiones, una visión que se remonta al trabajo pionero de Alan Turing y su célebre Test.

Sin embargo, el éxito técnico ha generado una profunda crisis social. La masificación de la IA impacta directamente en la vida cotidiana, obligando a replantear el papel del Derecho. Al procesar vastas cantidades de datos, la IA amenaza la privacidad y el consentimiento informado. Esto abre un dilema crucial: ¿Quién debe ser legalmente responsable ante una acción autónoma de la IA: el diseñador, la empresa o el usuario?

Aunque la IA ofrece la promesa de sistemas judiciales más objetivos y libres de sesgos, carece de empatía y conciencia moral, un factor insustituible en la evaluación humana. El verdadero desafío, por ende, es establecer marcos regulatorios que aseguren la transparencia de los algoritmos y garanticen un control humano significativo, asegurando que la tecnología sirva a los derechos fundamentales, y no al revés.